Ignacio es uno de los 4 amigos menores que tengo en El Barrio, donde yo viví gran parte de mi infancia y mi adolescencia. Junto con Daiana, Carla y Esteban fueron mi grupo de amigos mas importante que tuve, y que todavía sigo viendo y disfrutamos de un buen rato cuando se presta la situación. Cada uno de ellos es especial para mí con ciertas particularidades, y Ignacio no es excepción.
Es el menor del grupo (un año menos que los demás, 3 años menos que yo). Es el mas divertido, se pasa todo el tiempo hablando tonteras que te hacen reir. A veces puede ser medio insoportable, porque con él no se puede hablar enserio. Le gusta llamar la atención y estar siempre en actividad, no se puede quedar quieto.
Los otros 3 y yo vivíamos en la misma cuadra (ellos siguen viviendo allí, pero o en el 2006 me mudé). Él vive en la esquina de la cuadra de enfrente.
Cuando eramos chicos, muy pocos sabían del chico de la esquina (él). Algunos decían que los padres eran muy malos con él y no lo dejaban salir a jugar. Uno de los vecinos decía escucharlo en el patío jugando solo cantando canciones, pasando las tardes sin amigos con quien divertirse. Daiana era la única de nosotros 4 en tener contacto con él, con quien en un tiempo se juntaban a jugar (a todo esto, Ignacio tendría 5 o 6 años). Con el tiempo sentí celos de que Daiana, mi amiga incondicional con quien ya pasaba interminables tardes con ella, se tomara tanto tiempo para visitar a Ignacio. Ella decía que era un buen chico, pero que no le gustaba salir a jugar.
Un día nos juntamos un grupo importante a jugar en la calle, pero nos faltaba ella. Daiana estaba en la casa de Ignacio, y yo quería que saliera a jugar. Entonces la fuimos a buscar entre varios. Toqué la puerta y me atendió la mamá de Ignacio:
- Hola, ¿está Daiana acá?
- Si, esperáme que la llamo.
(ella aparece en el marco de la puerta de entrada)
- Hola Dai, ¿querés salir a jugar?
- Si, pero… estoy acá con Ignacio.
- Y bueno… no importa, decile que venga tambien si quiere.
- Está bien, le voy a preguntar, pero no sé si querrá.
Y esa tarde salió a jugar con nosotros. Fue rarísimo porque en un primer momento nadie lo conocía, y después se convirtió en el más entusiasta. Entre nosotros nos mirábamos y decíamos “¡qué chico raro!”. Pero bueno, nos divertimos en grupo. Y desde entonces él se unió a nosotros y comenzamos a verlo seguido. Tiempo después nos enteramos de que él no salía a la calle por vergüenza en un principio (es ilógico, porque podría decir que él es la persona con menos vergüenza que conozco –en el buen sentido-).
Despues fue de los más cariñosos. Era el mas chico del grupo y la diferencia se notaba. Pero nos manteníamos unidos. Ya eramos cinco, y estabamos constituídos.
A veces él y yo nos juntábamos a jugar. Yo iba a su casa o él a la mía. Nosotros dos, porque los demás no estában, o por cualquier otra razón. Y la pasábamos bien. Cada tanto que lo veía me daba un dibujo, porque cuando estaba solo dibujaba cosas, escribía mensajitos (frases cortas, con letras de un pendejo de primer grado de primaria) – tales dibujos todavía los conservo, con un lindo recuerdo de quién era antes Ignacio. Los padres me querían mucho. Me invitaban a comer, tambien cuando él tenía que ir a la casa de la abuela porque se aburría si estaba solo. Con el tiempo supe que la mamá de él me quería tanto que sentía que me podía cuidar como si fuera hijo suyo; lo cual tiene relación con que antes de que ellos pudieran tener a Ignacio, ella perdió varios hijos en embarazo o después de nacer, y uno de ellos (no sé si el ultimo que perdió) tendría que tener mi edad.
En cierta forma, también Ignacio fue el mas ingenuo, el mas inocente (no por eso santito) y el mas inmaduro. Las primeras dos características que mencioné cambiaron cuando alcanzó sexto grado de la primaria (11 o 12 años). En su escuela y su entorno empezó a conocer sobre sexo, con ideas básicas de cómo nacen los bebes (impulsado por la intriga de saber qué era lo que hacían los perros que “se pegaban” – osea, cuando tenían relaciones). Sobre la inmadurez… la sigue conservando, sigue siendo muy inmaduro, y eso es lo que por ahí marca la diferencia con los demás, pero ya no tanto de edad. De todas formas, ser quien es hace que sea quien pone la chispa de diversión y de entretenimiento a cada rato.
Yo, siendo el más grande del grupo de 5, siempre me mantenía en la sintonía de ellos. Además era lo que yo quería, la razón por la que me gustaba estar con ellos, y no con chicos de mi edad. Por eso al mismo tiempo trataba de ser el ejemplo. Además, de por si, mi forma de ser era de “un chico muy correcto”: era (muy) buen estudiante, me dirigía de buena manera con los chicos, compartíamos diversión sana, no decía malas palabras y no permitía que ellos las dijeran, si veía que estaban haciendo algo mal intentaba ser mediador entre los conflictos, tratar de que sepan pedir perdón y mantenernos unidos (será por eso que los padres de los cuatro siempre me quisieron tanto).
Es el menor del grupo (un año menos que los demás, 3 años menos que yo). Es el mas divertido, se pasa todo el tiempo hablando tonteras que te hacen reir. A veces puede ser medio insoportable, porque con él no se puede hablar enserio. Le gusta llamar la atención y estar siempre en actividad, no se puede quedar quieto.
Los otros 3 y yo vivíamos en la misma cuadra (ellos siguen viviendo allí, pero o en el 2006 me mudé). Él vive en la esquina de la cuadra de enfrente.
Cuando eramos chicos, muy pocos sabían del chico de la esquina (él). Algunos decían que los padres eran muy malos con él y no lo dejaban salir a jugar. Uno de los vecinos decía escucharlo en el patío jugando solo cantando canciones, pasando las tardes sin amigos con quien divertirse. Daiana era la única de nosotros 4 en tener contacto con él, con quien en un tiempo se juntaban a jugar (a todo esto, Ignacio tendría 5 o 6 años). Con el tiempo sentí celos de que Daiana, mi amiga incondicional con quien ya pasaba interminables tardes con ella, se tomara tanto tiempo para visitar a Ignacio. Ella decía que era un buen chico, pero que no le gustaba salir a jugar.
Un día nos juntamos un grupo importante a jugar en la calle, pero nos faltaba ella. Daiana estaba en la casa de Ignacio, y yo quería que saliera a jugar. Entonces la fuimos a buscar entre varios. Toqué la puerta y me atendió la mamá de Ignacio:
- Hola, ¿está Daiana acá?
- Si, esperáme que la llamo.
(ella aparece en el marco de la puerta de entrada)
- Hola Dai, ¿querés salir a jugar?
- Si, pero… estoy acá con Ignacio.
- Y bueno… no importa, decile que venga tambien si quiere.
- Está bien, le voy a preguntar, pero no sé si querrá.
Y esa tarde salió a jugar con nosotros. Fue rarísimo porque en un primer momento nadie lo conocía, y después se convirtió en el más entusiasta. Entre nosotros nos mirábamos y decíamos “¡qué chico raro!”. Pero bueno, nos divertimos en grupo. Y desde entonces él se unió a nosotros y comenzamos a verlo seguido. Tiempo después nos enteramos de que él no salía a la calle por vergüenza en un principio (es ilógico, porque podría decir que él es la persona con menos vergüenza que conozco –en el buen sentido-).
Despues fue de los más cariñosos. Era el mas chico del grupo y la diferencia se notaba. Pero nos manteníamos unidos. Ya eramos cinco, y estabamos constituídos.
A veces él y yo nos juntábamos a jugar. Yo iba a su casa o él a la mía. Nosotros dos, porque los demás no estában, o por cualquier otra razón. Y la pasábamos bien. Cada tanto que lo veía me daba un dibujo, porque cuando estaba solo dibujaba cosas, escribía mensajitos (frases cortas, con letras de un pendejo de primer grado de primaria) – tales dibujos todavía los conservo, con un lindo recuerdo de quién era antes Ignacio. Los padres me querían mucho. Me invitaban a comer, tambien cuando él tenía que ir a la casa de la abuela porque se aburría si estaba solo. Con el tiempo supe que la mamá de él me quería tanto que sentía que me podía cuidar como si fuera hijo suyo; lo cual tiene relación con que antes de que ellos pudieran tener a Ignacio, ella perdió varios hijos en embarazo o después de nacer, y uno de ellos (no sé si el ultimo que perdió) tendría que tener mi edad.
En cierta forma, también Ignacio fue el mas ingenuo, el mas inocente (no por eso santito) y el mas inmaduro. Las primeras dos características que mencioné cambiaron cuando alcanzó sexto grado de la primaria (11 o 12 años). En su escuela y su entorno empezó a conocer sobre sexo, con ideas básicas de cómo nacen los bebes (impulsado por la intriga de saber qué era lo que hacían los perros que “se pegaban” – osea, cuando tenían relaciones). Sobre la inmadurez… la sigue conservando, sigue siendo muy inmaduro, y eso es lo que por ahí marca la diferencia con los demás, pero ya no tanto de edad. De todas formas, ser quien es hace que sea quien pone la chispa de diversión y de entretenimiento a cada rato.
Yo, siendo el más grande del grupo de 5, siempre me mantenía en la sintonía de ellos. Además era lo que yo quería, la razón por la que me gustaba estar con ellos, y no con chicos de mi edad. Por eso al mismo tiempo trataba de ser el ejemplo. Además, de por si, mi forma de ser era de “un chico muy correcto”: era (muy) buen estudiante, me dirigía de buena manera con los chicos, compartíamos diversión sana, no decía malas palabras y no permitía que ellos las dijeran, si veía que estaban haciendo algo mal intentaba ser mediador entre los conflictos, tratar de que sepan pedir perdón y mantenernos unidos (será por eso que los padres de los cuatro siempre me quisieron tanto).
1 comentarios al respecto:
Me gustó lo de los dibujos que te daba, ja jaa. Sebastián
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