Ignacio II - el motor de mis deseos

on 3:20

Pero una vez que Ignacio se estaba convirtiendo en adolescente, no había quien lo frenara. Sus hormonas tenían un ritmo muy acelerado, y su curiosidad por adentrarse en ese mundo de lujuría era motor de su interés por conocer al respecto. Mientras que los demás nunca habíamos tocado el tema y nos manteníamos insípidos en la cuestión. Por lo que él fue quien rompió con esa estructura que yo había impuesto. Y entonces se empezó a hablar del asunto levemente, se empezaron a hacer bromas al respecto, y ya no había tanta tensión cuando tocábamos el asunto.

Por otro lado, Ignacio tambien se interesaba en la pornografía. Entonces, para estar siempre en sintonía con él, juntos fuimos conociendo de a poco los métodos de tener acceso a ese contenido adulto, tan prohibido y tan deseado en edad.
No sé si fue el hecho de verlo crecer a él, de verlo como se maravillaba con esas cosas que conmigo podía ver sobre el sexo, que a mi me encantaba tenerlo cerca de mí. Y poco a poco fui viéndolo ya no solamente como el amiguito con el que jugaba todas las tardes, sino como el pendejo que tenía al lado mío y hacía que me calentara de una manera única, como hasta el día de hoy nadie lo ha conseguido de mí.

Entonces, con estos hechos yo era más conciente de mi homosexualidad. Pero no quería pensar en eso, solamente disfrutar de tenerlo cerca. Mas tarde, cuando se prestaba la situación (en raras ocasiones), mirando pornografía (siempre hetero) tomamos como costumbre acompañar aquella calentura que nos generaba el contenido adulto, con una ligera frotación de nuestras pélvis con una almohada de por medio. Yo, por supuesto, disfrutaba mucho de tenerlo tan cerca de mí, y con tanto contacto físico llenándome de deseos y placer. Pero siempre me limité a lo que él quería y permitía que pasara. Alguna vez recuerdo que cuando yo me encontraba acostado (y el encima mío, con la almohada de por medio, en ese momento de calentura) no aguanté y con la excusa de alguna jugarreta tonta le apreté la cola. Esa cola que tanto deseaba, esa cola tan bien formada que tanto me desesperaba, y que tanto le había mirado. Esa vez me animé y la toqué. Y él hizo como si no pasara nada, y continuamos en ese momento que tan bien recuerdo. Nunca más tuve oportunidad de sacarme las ganas de tocarlo ahí, tan liberalmente.

Aparte de todo, entre Ignacio y yo siempre existió el otro contacto físico: la violencia (por supuesto que en menor grado). Dicen que “los que se pelean se aman” o que “los golpes son una forma de demostrar cariño”. No quiero utilizar alguna de estas frases conocidas para justificar, sino para atribuirle cierta parte de razón (al menos en este relato). Y es que pegarle a Ignacio era mi forma de sacarme las ganas de tener contacto con él. No sé si con el mismo motivo él tambien buscaba que yo le pegara, siempre me jodía, me buscaba, no podía dejar pasar ocasión para conseguirlo. Y no siempre terminaba bien… pero cuando yo me proponía no pegarle mas porque sabía que no era forma ni buen trato, él quería hacer de cuenta que no pasaba nada, y conseguía de distintas formas que yo tenga ese contacto con él nuevamente.

En incontables ocasiones, como lo fue hace dos noches que me invitó a dormir (babaaa… jeje), el contacto físico provocaba erecciones en mí que debía esconder. Pero creo en parte, implícitamente, era sabido que a mi me daba placer al menos ese tipo de contacto fisico con él. Una vez que me quedé a dormir en su casa, por la mañana, empezó tirándome ropa desde su cama cucheta (yo dormía en un colchón sobre el suelo)… y lo dejé pasar. Pero insistió, y yo no resistí. Entonces fui a buscarlo, y así y todo en ropa interior como estábamos, empezamos con los golpes. Y entre apretones y golpes, lo tuve encima mío, nuestros cuerpos se rozaron, toqué su pelvis, le hice cosquillas… y yo solamente gozaba. En un momento él estaba debajo de la cama, y yo voy a buscarlo mientras él se reía y se preparaba en posición de defensa… y lo ví. Tenía su pene erecto (por supuesto, debajo del calsoncillo). Y terminé de comprender que él tambien sentía cierto disfrute con ese juego nuestro.
Tambien ocurrió esta vez que me quedé a dormir. Ahora él es menos vergonzoso, y no siente pudor de andar en ropa interior (boxer) frente mío, mientras que yo intento no desviar mucho mi mirada para verlo, porque me encanta. Es el cuerpito precioso que me vuelve loco, que me saca de mis estructuras y me pone como cazador para acechar por su presa.

Por otro lado sé bien que, de una manera que no puedo explicar, Ignacio consigue de mí mis mayores calenturas, una gran atracción física de mi parte, la explosión de mis mayores deseos, pero no mas allá de eso. Es decir, sé que de él no estoy enamorado, que por el no siento amor, ni que puede haber una relación amorosa de por medio (de hecho, él es heterosexual –hasta que no se demuestre lo contrario, jeje- pero mirando mas allá de eso). Por tanto, él saca de mi el lado que hace la excepción a toda regla mía. De hecho, con él es con quien tengo claramente definido en mis deseos que me encanta jugar un rol de “activo” entre los dos (más allá de que nunca tuvimos sexo, ni mucho mas de lo que estuve contando sobre lo que ha sucedido).

Ese… ese es Ignacio, el mas pequeño de “el grupo” (de los cinco, que ya no es grupo). Como ha crecido este pendejo… jaja.

1 comentarios al respecto:

Unknown dijo...

jejejeje q bien q ayas disfrutado esos momentos suerte carnal!!!

Cori